No puedo zafar.

No hay un día igual que otro. Quizás eso sea lo que más me atrapó. Y digo atrapar porque con el periodismo me pasó eso. No me puedo zafar de las ganas de conocer historias o lugares, de contar, de pintar con palabras, de asombrarme, de enojarme, de tratar de cambiar, de teclear o de hablar. Así es el día a día. Querés -quiero- saber más porque nunca es suficiente. Somos especialistas en nada y tenemos que hablar de todo.

No es fácil. Es una profesión ingrata, porque cada palabra tiene un valor y genera una reacción. El resultado puede ser bueno o malo de acuerdo a cómo lo tomen. Además, siempre sos periodista: trabajás en tu día de descanso o mientras estás buscando a tus hijos del colegio, en tus vacaciones, en tu cumpleaños; no hay feriados. Es que pensás y caminás y cocinás siendo periodista. Vivís así.